El péndulo simple

Íñigo Babot

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Reflexión sobre la historia reciente de las Nuevas Tecnologías aplicadas a la formación.

Dice la teoría: ‘el péndulo simple o matemático es un sistema idealizado constituido por una partícula de masa, m, que está suspendida de un punto fijo, O, mediante un hilo inextensible y sin peso. Naturalmente, es imposible la realización práctica de un péndulo simple pero si es accesible a la teoría’ (resumen de Wikipedia).

Es curioso observar el movimiento teórico que describiría un péndulo simple, si existiese. El mismo oscilaría en un sólo plano por la acción de la gravedad, hasta posiciones extremas y simétricas respecto a la vertical, con movimiento periódico y monótono. Iría de un lado a otro, desde una posición hasta su antagónica, una y otra vez, limitado sólo por la longitud del hilo. Es cierto que, físicamente, esto no se puede observar más que de un modo virtual pero, metafóricamente hablando, muchísimas líneas de opinión humanas parecen seguir este patrón. Y una de ellas es la de las nuevas tecnologías aplicadas a la formación.

Vengo estudiando el sector de la innovación educativa para organizaciones desde su nacimiento y es curioso comprobar cómo el péndulo de la opinión pública, respecto a estos revolucionarios modelos pedagógicos, ha ido oscilando desde entonces, guardando a veces muy poca relación con el valor real que aportaban en cada momento. En la calle se comentaban unas cosas y muchas personas las creían sin más, despreocupándose un poco de si eran o no realistas, sólo porque entonces ‘sonaba esa música’.

Por ejemplo, a finales de los noventa, parecía que el eLearning iba a substituir totalmente a la docencia tradicional, tanto en las corporaciones como en las aulas. ¡Se llegaba a decir esto muy en serio!

Era la época de la Internet Bubble, todo el mundo creía que la Red sería la panacea universal, existía el convencimiento global de que lo que sonaba a alta tecnología convertiría en oro todo lo que tocase. La bolsa se disparaba, la especulación financiera campaba a sus anchas, los profesionales de sectores tradicionales se precipitaban a abrir su propio negocio punto com y cualquier chaval con una buena presentación en Power Point podía conseguir un dineral por sus ideas. Lo peor es que ese dineral lo obtenía de fuentes solventes, de gente inteligente y de prestigio contrastado. ¡Corramos, corramos, no perdamos el tren que va a las minas de diamantes!

Pero en realidad la educación virtual acababa de empezar y era, aún, muy inmadura.

En 2000 pinchó la burbuja online y hasta bien entrado 2004, conceptos como eLearning, gestión del conocimiento, comunidades de prácticas o aprendizaje colaborativo, sonaban muy mal, ya no estaban de moda. Los valores bursátiles de las empresas tecnológicas y de conocimiento se desplomaban, había despidos masivos, escándalos financieros, se cuestionaba casi cualquier inversión en infraestructuras digitales, etc. En resumen, cuando alguien hablaba de soportes interactivos para la formación, más valía salir corriendo en dirección contraria, no sea que contagiase alguna terrible enfermedad vírica. ¡Cuidado, cuidado, que vienen los apestados!

Pero en realidad la educación virtual estaba empezando a aportar valor real a los pocos que la empleaban e iba evolucionando, con paso lento pero muy firme.

Este era, al fin, un movimiento pendular simple, de extremo a extremo: en los noventa, histeria proactiva. A principios del s. XXI, histeria depresiva.

¿Dónde está ahora ese péndulo? Creo sinceramente que hay buenas noticias: desde 2005 hasta hoy ha ido amortiguando su movimiento, oscilando hacia la vertical y, por vez primera, parece que el valor real de estas potentísimas herramientas (porque lo son), corresponde con la percepción que de ellas tiene la opinión pública y, especialmente, el mercado: una comprensión mucho más realista y equilibrada. Desde mi punto de vista y como profesional del sector, ahora se cree que estos sistemas docentes son muy potentes, para la empresa, la administración y la universidad, pero que convivirán con los métodos tradicionales en buena armonía… como debe ser.

No cabe duda de que la llamada Web 2.0 y sus extraordinarias aplicaciones formativas han abierto los ojos a muchos y, sobre todo, se los han abierto aún más el comportamiento del público joven. La gente aprende y trabaja en colaboración, a través de la Red. La gente comparte conocimiento y programas, música, vídeos, presentaciones, de manera imparable. La gente consulta la Wikipedia tanto como las fuentes ‘oficiales’ y lee la prensa online cada vez más que en papel (si no, que se lo pregunten a los editores de diarios). La gente aprende de los blogs igual que de los libros de texto y se aficiona a ellos. La gente se relaciona, con cuidado o sin él, en LinkedIn o Facebook y el actual Presidente de los Estados Unidos debe millones de votos a las redes sociales.

Esto no va a detenerse, queramos o no.

Por supuesto, todo ello impacta de lleno en el sector educativo, como no podía ser de otra forma. Esta vez sí, la opinión pública está sabiendo valorarlo y la demanda de innovación formativa está creciendo sostenida y firmemente, porque los profesionales la buscan aunque no se la ofrezcan sus instituciones.

Nadie dice ya que va a suplantar nada: va a complementar (ya lo está haciendo) a la formación tradicional, se ha abierto su hueco y está aquí para quedarse, con firmeza. Eso se llama evolución y es bueno para el Género Humano. Eso se llama madurez.

Estamos viviendo una época en que cada vez más organizaciones quieren complementar sus canales docentes y de capacitación: ven verdadero valor a las innovaciones educativas y los sistemas, si están bien implantados, no les defraudan.

Creo que es un período bueno para el desarrollo de estos métodos, que aportarán mucho a la sociedad, pero hay que desear que el péndulo oscile poco, que se mantenga en la vertical: en su punto medio y su posición justa. Que ya no haya tanto oportunista ni tanto pesimista, que los profesionales sean muy serios y rigurosos, no creando falsas expectativas ni dejándose llevar por el ruido externo, concentrándose en hacer bien su trabajo para demostrar el gran valor de estos nuevos modelos, coexistiendo con los anteriores.

Creo que es un buen período para que se compruebe la verdad sobre la formación en red, de forma tranquila y con más perspectiva… y ello pese a la crisis. Todo irá bien mientras la mayoría del sector no quiera hacerse rica en dos días, trabaje de forma constante y a largo plazo: todo irá bien mientras ninguna fuerte sacudida desestabilice el péndulo.

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