Programa Europa 2020 y Agenda Digital 2015.eu: hacia un EEES ubicuo, competitivo y excelente

     José Ortega Mohedano

@jortegamohedano

En este artículo de opinión se hablará de…

• Crisis económica en Europa y educación superior

• El programa Europa 2020

• Requisito de mayor autonomía y menor control de las decisiones en la universidad española

• La respuesta de la Comisión, apostar por la Excelencia y la Competencia 

• Movilidad transfronteriza internacional presencial y virtual como propuesta

• Agenda Digital Europea 2015.eu y el e-learning

Europa “necesita con urgencia abordar con mayor determinación y coherencia la dimensión social de la educación superior, en particular a la luz de la crisis económica” en la que nos encontramos, conclusión principal de “Modernisation of Higher Education in Europe: Funding and the Social Dimension 2011”, reciente estudio de 16 de Septiembre de 2011 vinculado al desarrollo de  los Objetivos de Europa 2020.

El Programa Europa 2020 de la Comisión Europea presenta siete iniciativas emblemáticas, de las que, no sólo pero sí en particular, tres impactan directamente sobre las nuevas tecnologías aplicadas a la educación: “Juventud en movimiento”, “Una agenda digital para Europa” y “Una agenda para nuevas cualificaciones y empleos”.

En definitiva, la modernización y la empleabilidad se sitúan en el centro de la nueva estrategia de reforma de la enseñanza superior, que se dirige a: uno, aumentar el número de titulados superiores; dos, mejorar la calidad de la docencia; y tres, a que la enseñanza superior contribuya al máximo a que la economía de la UE salga fortalecida de la crisis. En otras palabras, se le pide a la educación universitaria que sea parte de la solución a la situación. Aunque quizá debiera mejor decir que “se le exige”, a la luz de la necesaria crudeza -al menos a mí me lo parece, por muy verdad que esta sea- del comunicado de prensa de la Comisión Europea al respecto. Cito: en Europa “la enseñanza superior no funciona de la forma adecuada…para crear empleo y crecimiento”; en los últimos años ha aumentado el número y diversidad de instituciones y estudiantes (de enseñanza superior) pero, continúa diciendo, “…sin embargo, la financiación, las estructuras de gobernanza y los planes de estudios no han seguido una evolución similar”; “…son demasiados los licenciados que tienen dificultades para encontrar puestos de trabajo de calidad”.

Pensando en España, quedémonos en “puestos de trabajo” a secas; entenderán que me sienta obligado a ser aún más crítico. Y a la luz de las variaciones presupuestarias en educación superior del año 2010, incluso realista. Vean si no este mapa, que resumo: en rojo los que reducen los países que reducen sus partidas, en azul los que las aumentan. Tampoco ayuda que España se situé -en este caso junto a otros 13 países de la Unión Europea-, en el peor cuadrante de equidad financiera, entre los países en los que la mayoría de los estudiantes pagan las tasas académicas y la minoría recibe ayudas para ello. Aunque a la luz de un reciente análisis de Santiago Álvarez (Vicerrector de la Universidad de Oviedo) sobre el “Impacto de la Crisis Económica sobre la Educación Superior”, durante la mesa redonda celebrada el pasado 30 de noviembre de 2011 en la Universidad de Salamanca, creo deducir que el problema principal, si nos comparamos con Europa, no es ya tanto uno de insuficiencia financiera  (CRUE, 2008), que también, sino más bien de autonomía financiera (véase el “Informe sobre Autonomía Financiera en Europa”, de 2011, de la Asociación Europea de Universidades, en donde España ocupa el puesto dieciséis, con sólo un 51% de autonomía; Estermann et al, 2011). Es decir, la Universidad Española está constreñida por los dictados derivados de las restricciones impuestas legalmente, desde las propias de la Ley Orgánica de Universidades (LOU), hasta las directrices provenientes del propio Consejo Social de cada Universidad en el ejercicio presupuestario.

Este es el panorama de partida en España, poco halagüeño –me temo-, para salir fortalecidos de la crisis, pensando en la educación universitaria, sin duda el activo potencialmente de mayor valor añadido de que disponemos y sobre el que depende el futuro cercano –el lejano lo encontramos, si quieren, en las guarderías- de una sociedad.

Quizá, al igual que se debió hacer en el sector financiero con las cajas, la sociedad española y en particular su clase política deba darse cuenta, del requisito actual de mayor autonomía y menor control sobre las decisiones de gestión de las universidades públicas españolas. Nos encontramos ante un cambio social necesitado de decisiones valientes. Es un cambio radical, sistémico, de paradigma el que debemos afrontar. Y no sólo globalizado por la revolución digital. También por la liberalización creciente del sector, especialmente desde la Ronda Uruguay de la Organización Mundial de Comercio (entonces GATT). De tal forma que la educación europea, y en particular la española, se encuentra ante la encrucijada (Dolado, 2011) de tener que competir -véase China o India- con modelos intensivos en mano de obra “barata” -bajos salarios- y cada vez mejor cualificada. Coincido con Dolado en que la respuesta está en “flexibilizar y mejorar la calidad de nuestro sistema educativo”.  La competencia lo exige y su supervivencia de las universidades requiere encontrar un mejor equilibrio entre su libertad y su control.

Pero volvamos a Europa y su educación universitaria. Ante la crisis actual, la propia Comisión se pregunta, ¿qué puede hacer Europa para mejorar la situación? Si bien debemos seguir con atención las directrices o recomendaciones que vayan avanzándose en este sentido desde el Consejo de Educación, Juventud, Cultura y Deportes de la UE, cuya última reunión fue celebrada hace unos días,  la respuesta hasta el momento se resume en premiar la excelencia e incentivar la competencia en el sector educativo universitario.

Premiando la excelencia, mediante una apuesta por proyectos reconocidos de gran impacto social, incrementando notablemente su financiación ni más ni menos que en un 70% para el periodo 2014-2020. Proyectos tipo Erasmus o Leonardo, que hayan demostrado un mayor valor añadido. Antes y más si cabe ahora, “con la que está cayendo” en Europa, la respuesta parece estar en mejorar la redistribución de los recursos escasos existentes apostando “por lo seguro”.

Y por otro lado, incentivando la competencia, mediante iniciativas que incrementen el flujo de información en el sector, como la puesta en marcha de un sistema europeo de clasificación multidimensional de instituciones de educación superior. Un ranking europeo de universidades que, propiciado por la integración del sector resultante del Proceso de construcción del EEES, y cuyo objeto es “informar mejor a los estudiantes sobre los cursos más adecuados para ellos”. Una mayor transparencia de la oferta educativa que ayudaría a mejorar  la movilidad en el sector.

Me centraré a partir de aquí en la segunda respuesta, de mejorar la transparencia y la movilidad para incrementar la competencia en el sector educativo universitario.

Las universidades de todo el mundo, y en partículas las europeas, se enfrentan a un nuevo marco de mayor competencia, tanto por razones de oferta (creciente liberalización del sector, integración de los sistemas universitarios, incremento de la movilidad transfronteriza institucional, mayor visibilidad de la oferta universitaria gracias a internet; entre otras)  como de demanda (políticas incitadoras a la movilidad del profesorado y del alumno, mayor formación en idiomas del alumno, necesidad de construir un currículo internacional; entre otras) (OCDE, 2004a; OCDE, 2004b; Romero Godoy, 2008; Hemsley-Brown y Oplatka, 2006). Desde la oferta, mayor competencia por estar ante un nuevo marco de conocimiento “sin barreras”; es decir, una universidad tiene hoy a otra a la distancia de un solo clic, en cualquier momento y en cualquier lugar (formación ubicua; véase SCOPEO, 2011b). Y desde la demanda, por haber “más tipos de alumnos pero menos del tipo habitual o convencional” o alumno tradicional. Un conocimiento más accesible, resultado, entre otras razones, de una mayor movilidad física y virtual del profesor y el alumno (vinculado al desarrollo del EEES y de las TIC), junto con una mayor visibilidad de la oferta educativa (TIC). Consecuencia, en definitiva, de la globalización de la educación superior y razón por la que las instituciones universitarias reconocen hoy la existencia de una competencia internacional por el alumno (Hemsley-Brown y Oplatka, 2006), especialmente por el descenso de alumnos convencionales, por reducción del índice de natalidad; si bien se compensa, porque la proporción de nuevos tipos de estudiantes es cada vez mayor (Bricall, 2004) y la demanda conjunta no parece que vaya a verse afectada. Tal es así, que las previsiones de la Comisión Europea (Comisión de las Comunidades Europeas, 2003) apuntan a que se “…intensificará la saturación en la capacidad de las universidades”. Hay nuevas necesidades de formación permanente y tanto la Comisión Europea hoy, como ciertos países antes, se han propuesto como objetivo aumentar el número de estudiantes universitarios. “El mayor rendimiento de la educación superior debe ser un catalizador para un cambio sistémico, para mejorar la calidad y desarrollar nuevas formas de prestación de la educación” (European Commission, 2011, p.3).

Además, ante la revolución digital, las universidades tradicionales se han visto advocadas a incorporar servicios educativos virtuales, como complemento y/o mejora, o como canal sustituto de los servicios ya ofrecidos de forma presencial. Como indica la Comisión Europea, existe una “…gran necesidad de enfoques flexibles e innovadores de aprendizaje y de acceso a la educación para mejorar su calidad y relevancia -social y económica-, ampliar el número de estudiantes convencionales -al que se añadan diversos tipos de alumnos nuevos- y combatir la tasa de abandono universitaria. Una forma clave de lograr esto, en consonancia con la Agenda Digital de la UE, es aprovechar la capacidad transformadora de las TIC y otras nuevas tecnologías para enriquecer la enseñanza, mejorar las experiencias de aprendizaje, apoyar el aprendizaje personalizado –hablamos también de PLE o Espacios Personales de Aprendizaje, entiendo-, facilitar el acceso a través de la educación a distancia, la movilidad virtual, la administración electrónica y la creación de nuevas oportunidades para la investigación” (European Commission, 2011, p.5). La digitalización o incorporación de las tecnologías en la mayoría (por no decir en todos) los procesos o actividades universitarios es hoy una realidad: gestión, formación, investigación, etc. Así, por ejemplo, con la aparición de las nuevas tecnologías, especialmente internet, las universidades y por ende sus profesores y sus alumnos están adoptando la formación en red como soporte complementario o como sustituto –según en qué procesos formativos, en mayor o menor grado- de la formación presencial. De forma similar, se podrían proponer ejemplos con respecto al resto de servicios de educación (además del de formación) ofrecidos. En la gestión, la informatización y automatización de los procesos de gestión universitaria (por ejemplo, procesos de matriculación a través de internet; inscripciones en cursos extraordinarios, servicios bibliotecarios online, etc.). En la investigación, las redes virtuales de investigación, los laboratorios virtuales, etc. En consecuencia, se necesitan herramientas para evaluar el conjunto de servicios universitarios, tanto los “tradicionales” presenciales, como los servicios electrónicos.

Por lo tanto, la construcción de esta comparativa comunitaria de universidades no será tarea fácil. Europa deberá enfrentarse a la dificultad de diseñar un cuadro común de “medidas de calidad y efectividad, válido para todas sus instituciones” (Hurtado y Pryor, 2011) que incluya indicadores tanto para servicios presenciales como virtuales.  Hecho este último que abre distintas cuestiones, entre otras, ¿cómo valorar una educación que incluya tanto servicios electrónicos  como no electrónicos? ¿podemos comparar universidades con distinto grado de digitalización o virtualización?

No será fácil, decía, pero el esfuerzo merecerá la pena. Y quizá ya no quede más remedio, ante la creciente –como indicaba- internacionalización de la educación superior (European Commission, 2011, p.3), tanto de carácter presencial y virtual.  Comprueben si no los movimientos “reales” en y desde el mundo anglosajón; ejemplos son NYU en Shanghái; FDU en Canadá; los centros en España autorizados vinculados a universidades extranjeras; o el “éxodo” de estudiantes británicos. Remítanse a la lectura de los “campus virtuales supranacionales” (Ortega Mohedano, 2010) para valorar el grado de globalización virtual de la educación superior. En otras palabras, incrementar la movilidad transfronteriza institucional presencial y virtual, tanto de los programas como de las propias instituciones (si bien las instituciones en menor medida) de educación pos secundaria (OCDE, 2004a); así como mayor cooperación interuniversitaria (Romero Godoy, 2008). Reitero, este incremento incluye clases presenciales, pero también a distancia, dado que la alta movilidad del conocimiento transmisible facilitado por las nuevas tecnologías, en especial internet, atenúa las barreras de entrada (cada vez menores en Europa, resultado del EEES y consecuencia de las políticas de liberalización impulsadas en el sector).

¿Ante esta situación de internacionalización, que puede hacer la universidad?

Caminar de la mano de Europa. Es decir, apoyar también la excelencia y facilitar la transparencia, para poder competir por un alumno que es cada vez más internacional.

Frente a la crisis y a falta de nuevos recursos, habrá que optimizar o redistribuir mejor los ya existentes. Cosechar los frutos de la siembra bien realizada. En términos similares a los de la Comisión Europea, significaría desarrollar los vínculos de excelencia y amortizar aquellas inversiones, de mayor valor añadido real o potencial, llevadas ya a cabo en nuestras universidades.

A nivel presencial, y utilizando a la Universidad de Salamanca como ejemplo de referencia, profundizar en la internacionalización (actividad, centros internacionales, etc.) y ampliar los convenios existentes con instituciones extranjeras más fructíferos, aprovechando las sinergias con terceras instituciones de educación superior con mejores retornos, y beneficiarse del potencial de contar con “delegaciones físicas” de algunas de nuestras universidades presenciales en el extranjero (por ejemplo, los centros culturales de la Universidad de Salamanca en Argentina o en Colombia).

Y a nivel virtual, aprovechar o si lo prefieren amortizar la inversión en infraestructura tecnológica y en formación del profesorado y el personal administrativo universitario que, con esfuerzo y haciendo mayormente sus deberes, la universidad española tradicional ha realizado durante la última década y que hace que esté funcionalmente preparada (SCOPEO, 2010) para poder atender, si se lo propusiera, al alumno internacional no presencial. Una apuesta por la movilidad y en particular, ante la escasez de recursos, por la movilidad virtual, puede ser una de las respuestas. En especial en países que, como España, añaden por un lado, a la anterior escasez, otra de movilidad geográfica de los ciudadanos (no se en qué parte consecuencia del enraizamiento familiar y en qué otra parte por necesidades económicas). Y por otro, comparte un mismo idioma con millones de potenciales alumnos de fuera. Porque alumnos (demanda) de educación superior a distancia en España, antes y ahora, existen; y no lo digo yo: ahí están la UNED, la UOC,  UDIMA en Madrid, la VIU en Valencia o la más reciente Universidad Internacional de Castilla y León, entre otras. Todas universidades con titulaciones oficiales pensadas por y para atender a las necesidades de alumnos con preferencia por la formación “online”.

Añadan a esto, la siguiente y atrevida reflexión. Si la banca online se vuelve de pronto presencial. Y si las librerías por internet hacen sufrir a las presenciales. ¿Qué impide que no ocurra lo mismo y que posibles gigantes virtuales de educación superior “se coman” a los enanos presenciales? Mañana no va a ser, lo sé. Pero  ¿es que alguien piensa que no se va a liberalizar el mercado educativo, puede –crisis de por medio- que más pronto que tarde?

Además, si en España hay universidades que cobran tasas de matrícula distintas según idioma de enseñanza, aceptando una creciente demanda de otros países hispanoparlantes ¿porqué no aceptar a un nuevo alumno, pongamos que de Latinoamérica, dispuesto a pagar un precio rentable –para la universidad tradicional- por graduarse “online”? Y con más razón o facilidad, entiendo, si además encuentra que existe una “delegación” de dicha institución en su país (pienso en la evaluación, proceso educativo limitado virtualmente por las dificultades de autentificación del alumno). Porque, me pregunto, si aproximadamente 9000 Euros al año es “lo que cuesta realmente”,  de media, un alumno presencial a una universidad española (Santiago Álvarez; vid supra), y si con 15-20 alumnos presenciales se ponen en marcha nuevos títulos propios universitarios en España ¿no habría alumnos “online” suficientes –por internet- o “blended” –docencia mixta, en parte presencial y en parte por internet- de hicieran rentable la oferta “online”, incluso con estos precios? Y por la inclusión de la nueva tecnología en la universidad tradicional y en los procesos educativos que en ella se desarrollaran, toda la comunidad educativa presencial saldría también beneficiada (externalidades positivas). Si, tampoco llegará mañana, pero los alumnos presenciales de un futuro próximo puede que deban acostumbrarse a compartir pupitre con alumnos de ubicuidad diversa, es decir, alumnos con distintos grados de virtualidad educativa.  Porque, en realidad, no sé si nos damos cuenta, pero los alumnos –desde que nacemos todos lo somos, no sólo los universitarios- son ya, en mayor o menor medida, aprendices virtuales ubicuos para toda la vida.

Alumnos como Abdulla Rasheed, que vive en las islas Maldivas.
Apéndice: Una nueva agenda digital para Europa, 2015.eu

A modo de apéndice y por su interés, recojo a continuación, algunas citas de la nueva Agenda Digital de la Unión Europea, potenciales claves del cambio de paradigma en el sector educativo, en relación con las tecnologías aplicadas a la formación y sus nuevas tendencias de aprendizaje ubicuo (SCOPEO, 2011b). Entre corchetes figura la numeración de la cláusula de la que procede la cita.

•”los sectores privado y público necesitan invertir en nuevas plataformas y servicios innovadores,…,como por ejemplo,…, movilidad inteligente…” [N]

•”proseguir los esfuerzos para conseguir el acceso ubicuo de alta velocidad para todos los ciudadanos y consumidores a la banda ancha fija y móvil” [2] “uso de los Fondos Estructurales europeos … para ampliar la cobertura y la calidad de la banda ancha móvil” [3] “Subraya la importancia de que Europa siga siendo el «continente móvil» del mundo y de garantizar que el 75 % de los abonados a la telefonía móvil son usuarios de banda ancha móvil con acceso a servicios inalámbricos de alta velocidad de aquí a 2015″ [9]

•”hace hincapié en que la formación en el sector de las TIC y el e-learning deberían ser parte integrante de las actividades de aprendizaje permanente” [21]

•”Reconoce la importancia del aprendizaje por medios electrónicos como método de educación adaptado a las innovaciones de las TIC que puede satisfacer las necesidades de las personas que tienen problemas para acceder a los métodos convencionales de aprendizaje, pero subraya que es una premisa esencial que se produzca un intercambio de información entre los profesores, los estudiantes y otras partes interesadas”. [22]

•”competencia digital; plan de alfabetización y de inclusión digital” [23, 24,...]

•”política eficaz para un mercado único digital” [34]

BIBLIOGRAFÍA

Bricall, J.M. (2004). La Universidad ante el siglo XXI. En: Sangrà, A. y González Sanmamed, M. (Coords.)(2004): La transformación de las universidades a través de las TIC: discursos y prácticas, Editorial UOC, Barcelona, pp. 19-29.

Comisión de las Comunidades Europeas (2003). El papel de las universidades en la Europa del conocimiento. Comunicación de la Comisión, COM(2003) 58 final, Bruselas, 05.02.2003.

CRUE (2008). La Universidad Española en cifras. En línea: http://www.crue.org/export/sites/Crue/Publicaciones/Documentos/UEC/UEC_2008.pdf

Dolado, J.J. (2011). La educación en la encrucijada. En: “La Crisis de la Economía Española. Lecciones y Propuestas”, Madrid: FEDEA y Sociedad Abierta. pp. 56-58. En línea: http://www.crisis09.es/ebook/la-educacion-en-la-encrucijada.html 

Estermann, T.; Nokkola, T. y Steinel, M. (2011). University Autonomy in Europe II. The Scorecard. European University Association. En línea: http://tinyurl.com/cafxjh7

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Hemsley-Brown, J. y Oplatka, I.(2006). Universities in a competitive global marketplace: A systematic review of the literature on higher education marketing, International Journal of Public Sector Management, Vol. 19, No. 4, pp. 316-338.

Hurtado, Silvia y Pryor, John H.(2011). Toward Devising Measures of Quality and Effectiveness Across all Institutions. College and University, AACRAO, Vol. 86, No. 4. En línea: http://www.heri.ucla.edu/PDFs/pubs/journals/CUJ8604AR_Hurtado.pdf

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Citar como:

Ortega, J. (2011): “Programa Europa 2020 y Agenda Digital 2015.eu: hacia un EEES ubicuo, competitivo y excelente”. SCOPEO, El Observatorio de la Formación en Red. Boletín SCOPEO nº 55, 15 de diciembre de 2011. En línea:   [Consulta: dd/mm/aaaa]