La clase tradicional, “de nuevo” cogida de muerte.

José Ortega Mohedano

@jortegamohedano

Formato de aula de informática herida,
clase tradicional en agonía,
y el gentío rompía las ventanas,
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.

Una de las consecuencias de la primavera de la nueva revolución tecnológica en la que la comunidad educativa universitaria, como el resto de la sociedad, da aún sus primeros pasos, son los titubeos con los que las instituciones educativas han ido abordando, con propuestas más o menos definidas2 y abocadas ante la necesidad, los procesos de virtualización de sus ofertas formativas. Me pregunto, por entenderlo como de referencia, si la transición de la tradición oral a la lecto-escrita padeció de similar proceso de agonía, indefinición e incertidumbre.

Porque, qué define, regresando al momento actual, lo que es o no es b-learning o docencia en modalidad mixta, ¿La carga lectiva? Más aún, ¿por qué tiene que ser clasificada la enseñanza en b-learning, e-learning o presencial? ¿Acaso Importa? Esta fue la atrevida pregunta, que, para mi sorpresa, encendió el debate.

Quedémonos con la primera cuestión, del porqué la carga lectiva designa lo que es o no b-learning.  Pero, antes de procurar responder y entrar al trapo, permítanme ponerles en situación.

Braga, Portugal, séptima edición de la “Conferência Internacional de TIC na Educação”, más conocida como “Challenges 2011”. Contenido en el evento, simposio sobre másteres universitarios en modalidad b-learning, el pasado 12 de Mayo, a las cinco de la tarde, que diera lugar a gratas reflexiones sobre la concepción del futuro de la enseñanza en modalidad b-learning, definida habitualmente como mezcla de clase presencial y a distancia a través de internet. Una enseñanza, quizás hoy necesitada de ser llamada mixta.  Pronto –seguramente- sólo enseñanza.

Elocuente primera faena descriptiva del estado del arte de los másteres en e-learning en Portugal, a cargo de Filipa Ramalhete, de la Universidade Nova de Lisboa. Labor, bien continuada, por dos notables estudios de caso: sobre “los posgrados en tecnologías de la comunicación”, del Instituto Superior de Contabilidade e Administração do Porto, a cargo de Paula Peres y Agostinho Pinto; y los más concretos de “Máster en Educación en la Especialidad de Tecnología Educativa y el Curso de Formación Especializada en Español/Lengua Extranjera”, de la Universidade do Minho por Ana Dias y Fernando Rocha. Atento aforo de buena entrada. En todos los casos, aplausos.  Finalizadas las presentaciones, en la suerte de presidencia de mesa, Ana Dias. Interrogante mirada al tendido, micrófono en mano, en búsqueda de contrastación de pareceres. Una demanda, atendida con agrado por parte del respetable: sosegada alternancia de peticiones y concesiones de palabra, rota aquella por la atrevida intervención, antes citada, y que calentó la grada.

Discusión que ya, sin más dilación, retomo. ¿Por qué es “la lección” lo que distingue el e-learning de lo que es presencial? ¿Por qué no, pongamos por ejemplo, hacer énfasis sobre la carga tutorial? ¿Quién o qué hace que prime la carga lectiva sobre el resto de procesos educativos? ¿Habrá intereses institucionales o profesionales detrás abiertamente ocultos? Hablamos de carga lectiva, como si impartir “la lección” (magistral) fuera la piedra angular del proceso educativo. Nunca de “carga enseñada” o, si me apuran, de “carga impartida”. Términos, entiendo, más acordes con el cambio hacia un modelo educativo centrado en el alumno, pilar del EEES, con su Sistema Europeo de Transferencia de Créditos, o ECTS (de sus siglas en inglés)3. Por tanto, es de carga crediticia de lo que deberíamos tratar. Y llegados a este punto, pregunto al también respetable lector: ¿por qué, en términos de virtualización, unos créditos (los aleccionados) no virtualizados, valen más que todo el resto?

Regresando al objeto del debate, ¿por qué un máster, cuya actividad es toda online salvo por sus clases, sigue siendo de formación presencial? Yo, al menos, tengo mis serias dudas de que lo sea. Formación seguro. ¿Pero presencial? ¿Qué le otorga tanto valor a las clases en el aula, que a la hora de virtualizar, ni siquiera este modelo de máster puede llamarse de b-learning? De hecho, en la práctica el e-learning en las universidades -mal llamadas, pero bien entendidas como universidades tradicionales- está siendo concebido de esta manera, como un complemento a la formación presencial (Ruipérez, 2003; Baelo, 2009). De un aprovechamiento de la tecnología en la mejora de los procesos educativos. Porque al final, como decía, ¿acaso importa que me comunique con el alumno, por poner un ejemplo, de una forma o de otra?

Al final quizá todo se enmarque, en una discusión sobre a qué otorgar mayor importancia, si a la forma (de desarrollar la enseñanza) o al fondo o contenido aprendido. En educación caminamos hacia la movilidad y la ubicuidad: “las personas esperan poder trabajar, aprender y estudiar cuando quieran y desde donde quieran” (Johnson et al, 2011, p. 3). Una flexibilidad formativa espacial y temporal –ya acuñada como m-learning, del inglés mobile learning- que lleva a plantearme dónde está la esencia de la educación; es decir, si la forma en la educación al final importa.

Para cerrar, permítanme hacer un paralelismo entre “clase presencial”, “clase en directo a través de internet” y “clase grabada y bajo demanda”, con las de “leche fresca”, “leche en tetra brick” y “leche en polvo”. O con las de un “concierto en directo”, un “disco de vinilo” y una “grabación en mp3”. Lo importante, por un lado, humildemente pienso, es que siga sabiendo a leche, o sonando bien.  Que conserve su esencia. Más por otra parte no hay nada mejor, dirá alguno, que un directo, un vaso de leche fresca, o tener al  verdadero Maestro –con mayúsculas- cerca. Con todos los sentidos. Y la verdad es que, tendría toda la razón. Si bien, no olvidemos, una educación más tangible no la hace, per se, una educación mejor.

Ante la tecnología, ya va siendo hora de dejar de fijarnos en la forma y centrarnos en asegurar la esencia de la educación, en esta nueva transición. No seamos más, polillas atraídas por los luminosos y primemos los enfoques y paradigmas pedagógicos subyacentes (Baelo, 2009). En ello nos va el salir de la crisis, que por desprestigio adquirido por propuestas sin fondo, ha padecido el camino hacia la consolidación del verdadero e-learning.

1. Humilde tributo a Federico García Lorca.

2. Véase, por ejemplo, las universidades andaluzas, con sus planes de virtualización de asignaturas.

3. Alguno pensará, y quizás no le falte razón, que al tratarse de un EEES de enseñanza centrada en el alumno, debería en tal caso hablar de “carga aprendida” -¿o mejor aprehendida?-, en términos no sólo ya de conocimientos adquiridos (objeto casi exclusivo de la evaluación pre EEES),  sino también de competencias, destrezas y habilidades adquiridas.

 

  • Baelo, R. (2009). El e-learning, una respuesta educativa a las demandas de las sociedades del siglo XXI. Pixel-Bit: Revista de medios y educación, 35, 87-96 ISSN 1133-8482
  • Johnson, L., Smith, R., Willis, H., Levine, A., and Haywood, K., (2011). The 2011 Horizon Report. Austin, Texas: The New Media Consortium.http://wp.nmc.org/horizon2011/
  • Ruipérez, G. (2003). Educación virtual y e-learning. Madrid: Fundación Auna.

Citar como:

Ortega, J. (2011): “La clase tradicional, “de nuevo” cogida de muerte”. SCOPEO, El Observatorio de la Formación en Red. Boletín SCOPEO nº 43, 01 de Junio de 2011. En línea:   [Consulta: dd/mm/aaaa]